Buena película que fusiona de forma casi perfecta
un western con un film de gángsters.
Estelarizada por un óptimo elenco (Tom
Hardy, Shia LaBeouf, Guy Pearce, Gary Oldman, Jessica Chastain, Mia Wasikowska
y un relativamente nuevo Jason Clarke), la cinta nos sitúa en la prohibición de
licor durante los años 30’s en el condado de Franklin, Virginia.
Centrándose en las vidas de los hermanos Forrest, Howard y
Jack Bondurant, y gracias a la impecable fotografía y a esa melancólica música
country, la película es un delicioso y violento viaje a través del contrabando
de whisky ilegal.
El personaje de Tom Hardy -Forrest, la cabeza del clan-, aparentemente
tranquilo y vestido con ese saco de lana digno de un abuelo, es, gracias a su
forma de expresarse llena de gruñidos y miradas expresivas, más que un padre
autoritario para sus hermanos, una especie de madre gruñona... que utiliza
manoplas de acero, armas de fuego y navajas de barbero contra sus enemigos.
Jason Clarke -Howard, el brazo de hierro-, es un fuerte alcohólico que debido a
su temperamento y complexión física, es el guardián del negocio familiar. El
rol de Shia LaBeouf -el cabeza de chorlito e irreflexivo Jack-, es un retrato
algo ingenuo del típico hombre joven con deseos de sobresalir, pero por una
razón específica, su caracterización no es tan conmovedora... Y esa razón específica
es Dane DeHaan (Chronicle), quien interpreta a Cricket, su mejor amigo y
cómplice de los Bondurant. Este personaje es tan maravilloso en su candidez y
simpatía que le roba de forma calculada el protagonismo a un LaBeouf que hace
un digno esfuerzo, pero cuenta con la mala suerte de compartir escenas con
él... y con Hardy.
Los personajes femeninos, Maggie Beauford (Chastain), una
ex-bailarina exótica de la época, y Bertha Minnix (Wasikowska), la hija de un
severo predicador, lastimosamente son sólo complementos de sus parejas en el
film (Forrest y Jack).
El personaje de Gary Oldman -el corrupto Floyd Banner- es
casi insignificante, con tres o cuatro escenas cortas.
Guy Pearce, como Charley Rakes hace una interpretación
caricaturesca (Tal vez sea una tendencia tener villanos tipo “cartoon”, ¿qué sé
yo?), de un vigilante enviado por el procurador de distrito para terminar con
el contrabando de licor. Bizarro en sus maneras personales, y despiadado en las
laborales, es una marioneta macabra en manos de un refinado titiritero.
Tan sobria como oscura, gracias a esas sangrientas escenas
manejadas con el pincel más elegante de John Hillcoat, y a pesar de sus
imperfecciones, Lawless es sensacional por su calidad y sutileza.
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