De la honestidad masculina y otros relatos.
Abro los ojos y Beto está fumándose un cigarrillo.
Está de pie, desnudo junto a su ventana exhalando el humo
hacia la oscuridad.
—¿Qué hora es? —pregunto.
—La una y pico —dice sin mirarme.
Me desperezo dándome cuenta de que la colcha está sobre, y
no debajo de mí. Las sábanas son tan blancas como las paredes.
Miro su espalda estrecha, su cintura delgada y su culo
pequeño que tiene algunas marcas rosadas. Sonrío, porque recuerdo que yo las
causé.
—Sos una hembra —me dice sin mirarme.
Suelto una risita.
—Desde que nací, creo —digo en broma.
Finalmente voltea a verme y niega con la cabeza.
—No es un chiste.
—Okay —susurro extendiendo mi brazo derecho, con dos dedos
igualmente extendidos. Me pasa el cigarrillo y le doy una fumada.
—A Manuel debe pesarle no estar con vos ahora.
Comienzo a toser sin control porque todo esperaba menos que
Beto lo mencionara. Sin embargo, trato de restarle
profundidad a su comentario.
—Nunca supo lo hembra que era. Ese fue el detonante para su
desinterés —digo.
Beto suelta una risita de rabia.
—Ese man es un güevón.
—¿Por qué lo traés a colación, entonces?
—Lo trajiste vos.
Arrugo el ceño. Beto se recuesta junto a mí, y levanta la colcha. Su piel
desnuda se siente fresca contra la mía.
—Lo mencionaste dormida. Dos veces.
Me siento como un culo.
Le devuelvo el cigarrillo y me recuesto de nuevo.
—Mierda.
Siento el impulso de decir “lo siento”, pero no tengo por
qué. Beto no exige fidelidad, además fue un acto inconsciente.
—Me gusta tu culo gordo. —Me dice con seriedad.
Suelto una adormilada risita.
—No.
—Y tus tetas pequeñas.
—No son bonitas.
—Son tetas.
Vuelvo a reír.
—Ustedes son tan básicos que me dan ternura.
—¿Por qué no te acostaste con el tipo?
—Agh... ¿no vas a dejar de joder con eso?
—No.
—Porque me enamoré de él.
—¿Y eso qué? ¿No hubiera sido lógico que lo hicieras?
—Le entregué mi alma y la destrozó. ¿Qué hubiera hecho con
mi cuerpo?
—Lo mismo que yo quiero hacerte todo el tiempo —dice
soltando una risita.
—¿Aún después de hoy?
—Más todavía.
—¿Soy buen polvo? —Pregunto realmente impresionada.
Beto suelta una carcajada y arruga el cigarrillo contra el
cenicero metálico en su diminuta mesa de noche.
—Tenés la cabeza vuelta mierda. Por dentro y por fuera —dice
desenredando algunos de mis rizos.
No va a responder mi pregunta, porque ya lo hizo. Y yo
pienso en lo que me dice.
Hubiera sido lógico acostarme con Manuel, ¿por qué no lo
hice?
Mis pensamientos se esfuman en el instante mismo en el que
Beto me besa la boca. Mi plano corporal prima de nuevo, dejando al mental en el
momentáneo olvido.
—Otra vez, mujer. —Susurra mientras me besa el cuello—. Otra
vez.
Chupa mis pezones con suavidad y me entrego a él sin
reparos...
Entonces descubro por qué estoy ahí, con él, y no en la casa
de Manuel con Manuel.
Porque Beto ha sido auténtico conmigo desde siempre.
Manuel sólo fue un cúmulo de mentiras que fueron demasiado
perfectas para ser ciertas.
Y mi mediocre cerebro lo supo todo el tiempo, porque al
menos ese órgano hijo de puta sigue siendo útil.
Erotismo en buena medida, manita arriba para Beto.
ResponderEliminarHay mas???? De este o solo este fracmentico? Me estoy perdiendo de una gran historia????? DIMEEEEE Me gusto mucho :)
ResponderEliminarFascinante... Recreé la historia pero me quedó faltando.
ResponderEliminarEs una novela en curso. Cuando esté terminada, les hago llegar el manuscrito. :)
ResponderEliminarCada vez que termino de leer un fragmento queda un sin sabor de no poder seguir leyendo mas
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