sábado, 20 de diciembre de 2014

¿POR QUÉ HE JODIDO TANTO CON BENEDICT CUMBERBATCH?




En muchas ocasiones he escuchado el término “once in a generation”, una vez en una generación, y he vivido para ver escritores, directores de cine, en incluso cantantes encajando a la perfección.
También he visto actores de la talla de Meryl Streep o Anthony Hopkins destacándose sobre muchos otros, y manteniéndose ahí, arriba, a través de los años.

Pero en raras ocasiones un artista relativamente nuevo para el mundo, logra un ascenso tan vertiginoso y una estabilidad tan sólida, como Benedict Cumberbatch.
Nacido de padres actores, en una buena posición socio-económica, Cumberbatch ha sido la respuesta británica a la súplica de Hollywood por un actor versátil y convincente “de los 30 a los 40”, en donde no entran jovencitos con capacidades dudosas y sobreexposición abusiva, o Brad Pitt(s) y Matt Damon(s) que a pesar de su talento, han perdido ese elemento de novedad con el público, debido a sus largas y reconocidas carreras.
Con unas facciones elegantemente extrañas, una voz tan profunda como las fantasías que despierta en miles de jovencitas, una filmografía respetable y una maravillosa capacidad de convencimiento, el británico está tomándose Hollywood por asalto, sin que nadie pueda evitarlo.

Conocí a Benedict Cumberbatch en The Other Boleyn girl, y a pesar del elenco de grandes luminarias, encabezado por Natalie Portman, Scarlett Johansson y Eric Bana, el tipo brilló como William Carey. Con sutileza y hasta ternura. Del mismo modo en que brilló Eddie Redmayne en la misma película. Como si supieran que estaban destinados a algo mejor, algo grande, sólo unos años más tarde.
Volví a verlo por casualidad, en Stuart, a life backwards, donde comparte créditos con otro de los geniecillos actorales regalos de la reina: Tom Hardy. Cumberbatch interpreta a Alexander Masters, un periodista que sigue la historia de un ex convicto con distrofia muscular, y me permitió ver a través de los ojos del personaje. Su dolor se volvió mío, y la sencillez de su interpretación, le dio más veracidad.
Entonces, Sherlock llegó a mí.
Oh, las maravillas de la BBC.
La visión contemporánea del clásico personaje de Sir Arthur Conan Doyle es refrescante, cínica, divertida y adictiva.
Una de las mejores series que he visto en la vida.
Acompañado de Martin Freeman como John Watson, el Sherlock Holmes de Cumberbatch se destaca positivamente entre otras interpretaciones del mismo ícono.

Luego vi Atonement, y genuinamente lo odié. Con las fuerzas de mi alma y la impotencia que causa la película debido a las acciones de su personaje, Paul Marshall. Me pareció repugnante, y despertó mi curiosidad que un tipo que podía verse tan tierno, pudiera interpretar de forma convincente un rol tan despreciable.
Con Third Star, Benedict recuperó ese halo dulce, entrando en la piel de James, un enfermo de cáncer, quien pide a sus mejores amigos hacer un último viaje a la playa con él. A medida que el grupo nos cuenta sus secretos, incluso algunos que no nos interesa saber, nos aproximamos a ese predecible pero devastador final.

Cumberbatch se acerca de forma tan cuidadosa a los protagonistas, que logra brindarles tonos diferentes, dándole a sus roles lo mejor de sí, como lo hizo al interpretar a Stephen Hawking en Hawking. Su acercamiento a la vida del genio fue conmovedor y creíble, como lo es su reto en el cortometraje Inseparable, en el cual da vida a un padre de familia diagnosticado con una enfermedad terminal, que decide intercambiar su vida con la de su hermano gemelo.

En War Horse, con el Mayor Jamie Stewart, un rol pequeño, se destaca su capacidad de transformarse en un militar de época, papel que de cierta forma repite en la serie de HBO y BBC: Parade’s end, en la cual interpreta al honorable Christopher Tietjens, a mi parecer, uno de los proyectos más interesantes que ha hecho, debido al evidente romanticismo de la trama.

Sus personajes más ingenuos, a excepción del apacible Bernard en la miniserie Small Island y del pequeño Charles en esa impresionante August: Osage County, vienen de la mano de la adolescencia. En Fortysomething, en donde interpreta a Rory Slippery, el hijo mayor de un Hugh Laurie que de la noche a la mañana adquiere el don de la telepatía, y en Starter for 10, estelarizada por James McAvoy y Rebecca Hall, en la que le da vida a Patrick Watts, la ridícula caricatura de un universitario cerebrito. Aunque es divertido verlo en papeles poco dramáticos y más juveniles, sus capacidades actorales no muestran ninguna presión para brillar con mayor fuerza.
Por suerte, llegó una película como Tinker Tailor Soldier Spy, en la cual un actor promedio difícilmente podría destacarse junto a grandes como Gary Oldman, John Hurt, Colin Firth, Mark Strong y Tom Hardy. Por suerte, la película tiene un ritmo tan paciente, tan tranquilo, que cada uno de estos monstruos tiene oportunidad de brillar en este drama sobre espías durante la guerra fría, incluído Benedict.

Con el tiempo vino su oportunidad de llegar a las masas amantes tanto de la ciencia ficción, como del cine de acción: Star Trek Into Darkness. Su rol como Khan, un villano clásico, tan elegante como inteligente e intrigante, atrajo la atención inmediata de los medios de comunicación, de esos fanáticos superficiales del cine que no lo conocían aún, y, cómo no, de los productores de Hollywood.
En varias ocasiones he dicho que para mí, Benedict se está transformando en una especie de virgen, o santo, de esos que para el vulgo salen en todas partes: tostadas quemadas, humedades en la pared, la corteza de un árbol, y no estoy tan lejos de la realidad: Benedict Cumberbatch, está en todas partes.
Su papel en la famosa franquicia espacial, lo ha llevado a participar en dramas respetables, como el ganador del Óscar 12 years a slave, del cual no puedo dar mi opinión por mi aversión a las películas de violencia denigrante contra la raza negra, y The fifth estate, el cual protagoniza, dándole vida al controversial Julian Assange.
También lo llevó a prestar su voz para Smaug, el impresionante dragón de la franquicia The Hobbit del director Peter Jackson.
Su participación en dramas radiales se disparó, como también lo hicieron sus narraciones para documentales, sus apariciones en público, sus nominaciones a premios importantes, y sus entrevistas.

Es un placer darse la oportunidad de conocer sus trabajos anteriores, a veces es un placer medio amargo, como me ocurrió con Van Gogh: Painted with words, debido a su excesiva teatralidad y narración epistolar, pero en otras ocasiones es un placer satisfactorio, como me ocurrió con Wreckers, tal vez el papel en el que el británico ha mostrado su mejor capacidad interpretativa, en mi opinión.
Su personaje tiene tantas aristas, tan cubiertas por la impecable actuación, que es fácil darnos cuenta por qué Cumberbatch ha llegado hasta el punto en el que actualmente está.

Justo ahora, en boca de la crítica por su interpretación de Alan Turing, el genio atormentado que descifró el código ENIGMA durante la segunda guerra mundial. Según la mayoría de comentarios circulando en internet, su acercamiento a Turing es poderoso, debido a la capacidad del actor de adoptar esa dualidad del personaje. Como cosa rara, a Colombia la película llegará tarde, seguramente cuando ya esté lista para descargarla de forma ilegal en HD.
Amanecerá y veremos.

Ahora, finalmente llegué al punto. El por qué me decidí a hacer una audio-lectura de Benedict Cumberbatch: Doctor Strange.

Para muchos, es un personaje poco familiar, y seguramente cuando les diga a grandes rasgos quien es, no quedarán muy impresionados: Stephen Strange es un neurocirujano exitoso, con la capacidad (desconocida) de ver algunos elementos sobrenaturales, que por “razones de fuerza mayor” emprende una especie de viaje epifánico en busca de su poder real.
Eso es más o menos todo lo que puedo decir sin revelar demasiado a quienes no lo conocen. Ahora, ¿por qué Benedict Cumberbatch es una muy buena opción para interpretar a este héroe heterodoxo?
Profundidad.
Para nadie es un secreto que en cuestión de adaptaciones de cómics al cine, las apuestas actorales se hacen cada vez más altas, y para acercarse a un personaje cuyo poder es la magia, no podían escoger a un charlatán que le diera tintes cómicos a un héroe que no los merece. Necesitaban a alguien serio, entre los 30 y los 40 años, con una interpretación creíble, y, cómo no, una voz profunda.
Stephen Strange es un tipo de fondo medio trágico, arrogante y aprendido, y tal vez será una nueva oportunidad para que el estilizado Cumberbatch siga dejando su huella profunda en la industria cinematográfica.
Una huella que, espero, sea visible durante muchos años.

“Una vez, tal vez dos, en una generación.”

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