Bienvenidos a una de las mejores
secuelas de los últimos años.
Dirigida por J.J. Abrams, y respetando la línea argumental
de cada personaje, e introduciendo los nuevos con asombrosa facilidad, Star
Trek Into Darkness es un emocionante viaje a través del espacio sci-fi, pero
más que todo, una travesía al interior de los protagonistas, mostrándonos como sus
fortalezas son puestas a prueba en momentos de incertidumbre.
No voy a hacer un resumen de la trama, porque cada
espectador debe descubrir ese inteligente guión por sí mismo, sólo voy a dar mi opinión sobre
el producto que consumí con ansias:
La trama es inteligente, divertida, afilada; los efectos
especiales no son la película, son un complemento bien operado. Los manejos de
cámara son extraordinarios, brindándonos movimientos de casi 360° sin
marearnos. Las emociones son simples y viscerales.
Las actuaciones están a la orden del día, con un par de
regalos para los die-hard trekkies, y un robo mayúsculo del spotlight de parte
de Benedict Cumberbatch -no se debe a que yo sea una Cumberbitch, se debe a que
su actuación es magistral a pesar de su exceso de vocalización en algunas
ocasiones-. Su John Harrison (Khan) es tan temible y completo que su final es
más que muy satisfactorio. Chris Pine está perfecto como el obstinado héroe
James Kirk, Zachary Quinto repite una vez más su limpia interpretación de
Spock, un sangre mestiza enamorado de la talentosa Uhura (Zoe Saldana).
Karl Urban y Simon Pegg son la cuota cómica, para relajar un
ambiente cargado de violencia y tensión subrepticia.
Hay risas, hay lágrimas, hay gritos (por lo menos de mi
parte, los hubo) y hay sonrisas de satisfacción al final de la cinta.
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