Llegué a esta cinta con ojos ávidos de ver
una de esas comedias románticas filosóficas que hacen tan elegante y fresco el
cine Francés, pero salí francamente decepcionada. Debí verlo venir, si su
protagonista era Marion Cotillard (cuyo único mérito actoral reside en verter
lágrimas a voluntad), pero la presencia de Guillaume Canet (una especie de
Patrick Dempsey galo), el premio del festival de Gijón que le otorgó el jurado
juvenil, y mi amor por el franco-cinema me persuadieron de verla.
La película tiene un ritmo inicial similar al de Amélie, con descripciones generales de las trágicas infancias
de Sophie y Julien -un par de adorables
criaturas-, que hacen de la cinta una comedia trágica disfrutable en sus
primeros minutos de inocencia infantil.
El problema comienza cuando de un juego de niños, pasamos a
un juego de jóvenes adultos, que se ridiculizan y lastiman hasta el punto del
no retorno... y la inverosimilitud.
Ponerse la ropa interior sobre la exterior, tener sexo en un
baño con una enemiga ajena, vendarse los ojos en las vías de un tren que viene
en camino, son algunos de los “¿Te atreves? /Me atrevo” que comparten los
amigos, cuyas historias toman caminos aparte, cada vez más ridículos.
¿Que la película tiene un tinte surreal? Sí, por supuesto
que lo tiene, y si hubieran sabido emplearlo el film hubiera resultado todo un
éxito (para mí), pero es inconexo, confuso, tonto, aburrido, irritante y poco
coherente con ese final “conceptual” empalagoso y digno de The Notebook.
Lástima hacer un mal review de cine francés, y más conociendo esa sorprendente Aux Yeux de Tous, pero esta melodía Parisina, resonará por
poco tiempo en mi cerebro... como una canción vaga.
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