La última entrega de la trilogía de Richard Linklater,
protagonizada por Julie Delpy e Ethan Hawke, es un recorrido a través del ocaso
de un amor apasionado y romántico que da paso a una convivencia insatisfactoria,
de forma tan natural y lógica que resulta incluso deprimente en su crudo
retrato de la evolución de las emociones humanas.
Nos encontramos de nuevo con Celine y Jessie, diez años después
de la última vez en Paris, y las cosas han cambiado (para bien o para mal, el
espectador lo decidirá).
La presencia de hijos en el panorama y la rutina, han tomado
lo mejor de estos personajes, antes llenos de energía y de expectativas con
respecto a sus vidas.
Se encuentran ahora atravesando una especie de crisis de los
40 en la que las inseguridades propias de la edad comienzan a entrar,
distorsionando la apreciación de su situación de pareja, sobre todo de Celine,
que al parecer es quien más se ha visto afectada.
Sin embargo, el panorama no es tan trágico.
La fotografía de la película (paisajes griegos clásicos) y
el humor de los personajes, que no se ha visto disminuido por el tiempo, hacen
más llevadero el conflicto, e incluso educan a los espectadores sobre cómo
poner las cosas en perspectiva cuando este tipo de situaciones sucedan. Porque
en efecto, van a suceder.
No hay cuentos de hadas. No hay personas perfectas. Pero hay
personas dispuestas a aceptar lo peor de sus parejas y a aprender a convivir
con ello. Depende de cada quien reconocer la aplastante realidad, o no.
Muy buen cierre de una excelente trilogía, con el mismo
ritmo pausado e imágenes íntimas de sus predecesoras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario