Basada en los inicios de la
Generación Beat, la ópera prima de John Krokidas es un snack satisfactorio para
quienes disfrutan navegar en las profundidades más densas del arte norteamericano.
Tomando como referencia
fragmentos oscuros en las vidas de los tres artistas fundamentales del
movimiento: Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William S. Burroughs, la cinta,
irónicamente, tiende a centrarse en un artista menos talentoso, Lucien Carr, y
en como la relación de David Kammerer con él, cambió sus vidas para siempre.
La historia comienza cuando
Ginsberg (interpretado por el eterno Harry Potter, Daniel Radcliffe), en medio
de un hogar decadente -con un padre poeta y una madre desequilibrada- ingresa a
la Universidad de Columbia, en donde conoce a Carr (el chico “It” del momento,
Dane DeHaan), un estudiante rebelde, de espíritu libre y corazón volátil.
Incitado por Lucien, Allen
comienza a salirse de los límites establecidos por otros, y a conocer los
propios, descubriendo en el transcurso su evidente condición sexual, y las
formas de relacionarse de su nuevo compañero con los demás. Es entonces que
conocemos a Kammerer (un impecable Michael C. Hall), y a S. Burroughs (Ben
Foster en un rol elegante y sutil), y la personalidad disoluta de Carr comienza
a tener sentido debido a ese submundo intelectual en el que habita.
Pronto, entra en el cuadro un
adorable Jack Kerouac (interpretado por Jack Huston, one-to-watch), quien llena
la cabeza de Lucien de ideas incluso más vehementes con respecto a la
liberación filosófica y emocional, distanciándolo inevitablemente de Allen.
A grandes rasgos la
película funciona, pero no debido a un guión excepcional (parece sacado de
Wikipedia, y algunas escenas carecen de cohesión entre sí), sino a la calidad
de sus actores. Cada uno sobresale en su papel, e incluso los secundarios (Kyra
Sedgwick, David Cross, Elizabeth Olsen, Jennifer Jason Leigh), tienen buenos
momentos en la trama, pero si basamos el éxito de un film en su elenco, el
producto en sí no funciona bien.
Aunque los escenarios están bien
diseñados y el paisaje global es acorde a la época, hay algo que no marcha; tal
vez sea que todo parece “demasiado fácil”. Algunas historias se desarrollan a
una velocidad que les resta profundidad, y quizás no podemos enamorarnos de la
película por esa falta de atención.
En determinados momentos, la obra
de Krokidas parece una versión distorsionada de Dead Poets Society -respetando
las diferencias, por supuesto-, pero falta más fuerza en el argumento, aunque
entonces, entran las actuaciones sobresalientes para salvar la película.
El increíble halo sexual con el
que DeHaan cubrió su personaje, es totalmente creíble cuando se une a la
ansiedad en el papel de Radcliffe y al dolor en el de C. Hall. La tranquilidad
del rol de Foster, contrasta a la perfección con la energía liberadora en el de
Huston, y es por eso, por ellos, que Kill Your Darlings no mata a sus queridos,
y se mantiene a flote durante 104 minutos de beat.
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