"Te vi hace una semana y, para serte
sincera, esperaba verte abandonado... pero... maldita sea, ¿Cómo podés verte
tan hermoso? Estabas sentado en la cafetería cerca a la universidad, leyendo
una revista y tomándote un capuccino. Sos mi fetiche. No puedo controlarlo, es más fuerte que yo. No
cortés tu pelo... ni tu barba... al fin te ves como el hombre que se supone que
sos. Me siento orgullosa de vos y en igual medida, me siento
avergonzada de mí misma. Parezco en shock... "¿Crisis nerviosa?", me preguntan. Mierda... ¿Qué dirías vos? Debí
ponerte en una bóveda, como sugeriste esa vez... Te vi por
casualidad y me enfermé. De manera metafórica, claro. Sos la única persona que
logra eso en mí... me enfermás... todavía. Como sea, te quiero y espero que estés bien.
Malditas casualidades, tengo que aprender a evitarlas. Cuidate, un beso."
—dice una sintetizada voz femenina grabada en la contestadora.
Es
la voz de Helena.
Él observa el aparato con hastío, suelta una ronca carcajada, y oprime el botón para eliminar el mensaje.
—No era cappuccino,
era Irish coffee —susurra.
Se da media vuelta y apaga la luz de la habitación dejando atrás gran parte de su pasado.
Ahora,
sólo vive su presente, esperando un oscuro futuro que se cierne sobre él como
el abrazo de una amante.
Nuevamente, leerte es un deleite.
ResponderEliminarQue chévere ese estilo de lamento digno. "Evitar las malditas casualidades" eso es como de heroínas mentalistas si o qué? Capolavoro!
ResponderEliminar